Reconozco que no sé muy bien cómo he llegado aquí, pero llevo un par de años acompañando a varias personas en la toma de decisiones personales importantes relativas a esa época que va desde que estás terminando la carrera universitaria, hasta que defines tu carrera profesional. Estas personas son de aquí y de allá, desde India hasta USA, con diferentes grados de formación, pertenecientes a culturas y religiones muy dispares, pero con algo en común; todos ellos se han apoyado en mí porque se ven reflejados de una u otra forma en mi forma de pensar, comunicar y actuar (pensar y comunicar valen poco si no se actúa en consecuencia).
Por si das con este artículo de casualidad y no me conoces, no soy ningún influencer mediático súper molón, ni un millonario de Silicon Valley o cualquier cosa parecida. Soy un orgulloso Don Nadie, como el 99.99999% de la población. Por eso, a esas personas que tienen sueños y que buscan alguien que les asesore, les resulta mucho más cercano contar con el testimonio y la ayuda de alguien como puedes ser tú o yo, sin anécdotas de palacio que contar, pero con un cierto recorrido y que responda a lo que se busca en un mentor.
¿Qué buscas en un mentor? Alguien que te transmita confianza desde el minuto 0, con unos valores humanos que se le huelan de lejos y con una forma de enfocar el mundo que te cuadre. Porque al final, en mayor o menor medida, vas a confiar tu futuro a su criterio. Necesitas alguien que te sirva de guía, que te abra unas puertas y te cierre otras para evitarte perder tiempo, que cuente la verdad de lo que les espera aquí fuera, que te detecte las fortalezas para centrarte en ellas y tus áreas de mejora, que te llene el depósito de autoconfianza cada vez que hablas con él, que te agite, que te motive, que te entren ganas de comerte el mundo, porque también es tu mundo y siempre, respetando tu esencia y tus valores, creencias, etc. Quieres que te ayuden a sacar lo mejor de ti, no a convertirte en otra persona.
El caso es que, un día hace no demasiado, mientras leía “El Líder Que No Tenía Cargo” (de Robin Sharma y que recomiendo), descubrí que me había convertido, sin buscarlo conscientemente, en un Mentor Sin Cargo. Ya era inevitable, estaba ejerciendo y además de muy buena gana; sin embargo, me costaba aceptarlo. No por las implicaciones de serlo, ya que disfruto muchísimo ayudando a la gente, creo que es lo que más satisfacción me proporciona, sea a familia, amigos, colegas de trabajo o desconocidos. Me encanta ayudar a sacar lo mejor de uno mismo, a recuperar la confianza perdida, a convencerse de que la única decisión mala es la que no se toma y sobre todo a entender que debes hacer siempre, todo, lo mejor que puedas. Me costaba aceptarlo por algo mucho más simple, porque yo no tenía un mentor. O no era consciente de su existencia.
Llevaba mucho tiempo leyendo libros de personas que tomo como referentes y recurrentemente se habla de la importancia de tener un mentor. Cada vez que leía algo así, pensaba quién podría ser mi mentor. Repasaba de cabeza todos mis contactos. Abría mi LinkedIn con la esperanza de encontrar entre los casi mil contactos profesionales, ese nombre que pudiese convertirse en mi mentor. Abría mi Facebook. Abría mi agenda de teléfono. Siempre acababa igual, preguntándome “¿Quién podría ser mi mentor?”. No me convencía del todo el hecho de no tener mentor (porque creía no tenerlo) cuando ya me estaba convirtiendo en uno de ellos.
Ayer noche, 4 de julio de 2016, descubrí a mi mentor. Mejor dicho reconocí a mi mentor (le vamos a llamar Sr. A.), porque lleva unos años conmigo. Lo segundo que pensé al ver la luz fue: “¡Vamos no jodas! Pero si llevo teniendo mentor muchos años”. Digo lo segundo, porque lo primero que hice fue dar gracias a Dios por abrirme los ojos y darme así la oportunidad de poder agradecer ahora a esa persona su impagable labor durante tantos años. Porque Sr. A. me ha acompañado de forma silenciosa, sin hacer nada de ruido. Mucho ejemplo con sus actos y muy pocas palabras. En honor a la verdad, el Sr. A. se acerca mucho más que yo al estereotipo de mentor que a todos nos puede venir a la cabeza: un profesional de un sector similar al tuyo (ingeniería en este caso), con bastantes más primaveras disfrutadas, con cargos de responsabilidad (Sr. A. ha sido Responsable de Control de Stock en un gigante de las Telecomunicaciones durante casi dos décadas y actualmente Responsable de O&M en una IT en el área de broadcasting) y muchísimos contactos de calidad, generalmente gracias a su ayuda desinteresada que en algún momento les ha solucionado la papeleta a dichos contactos.
Así que hoy soy un poco más feliz, aunque algunos aún no lo entendáis, la gratitud es el mejor ejercicio que puedes practicar. Cuanto más agradeces, mejor te sientes, más transmites al mundo y más te da el mundo de vuelta. Por eso, ahora que puedo dar las gracias a quien ha marcado mi vida durante años, me siento muy feliz por poder hacerlo. Sé que por otras razones ya le he dado las gracias en estos años, pero ahora lo hago por guiar mi vida con su ejemplo más que con sus palabras (por eso me ha costado tanto darme cuenta jeje). Para que os hagáis una idea, del Sr. A. he aprendido, entre otras muchas cosas, lo siguiente:
- Haz siempre, todo, lo mejor que puedas. Sea fregar el suelo, hacer deporte, dar una charla a un potencial inversor, ayudar a una persona mayor, etc. Da ejemplo con tus actos, pensar bonito y hablar bonito no vale nada si no actúas en consecuencia. Pon siempre lo mejor de ti en todo lo que hagas y X (el universo, Dios, la inteligencia universal…) te lo devolverá con creces, no lo dudes.
- Confía en ti, valórate, trabaja la autoestima. La confianza en uno mismo es vital para superar obstáculos y no debe confundirse con chulería. El Sr. A., a pesar de los cargos de alta responsabilidad que siempre ha ocupado, es la persona más humilde y voluntariosa que conozco. Pero a su vez, tiene una confianza plena en sus aptitudes y, sobre todo, en su actitud.
- Tu mayor activo son tus contactos. Valora y cuida las relaciones personales por encima de los intereses puntuales y temporales.
- Sé bueno, aunque te tomen por tonto. Hay teorías que defienden todo lo contrario y aseguran que así no llegarás a ningún sitio. No sé cuál es el sitio al que esperan llegar esas personas (que no sea bajo tierra), pero si ya antes lo tenía claro, ahora que reconozco a mi mentor, puedo asegurar que esta actitud de hacer el bien incondicionalmente, garantiza el éxito en la vida (igual no el dinero).
- Las cosas realmente valiosas no se pueden comprar. Puedes reunir todo el dinero del mundo, que nadie te va a conseguir un paseo con tu abuelo fallecido.
- Rendirse no es una opción. Si eres constante, si insistes, si persigues aquello que realmente quieres, ya partes con ventaja. El que no desiste empieza ganando 1-0 el partido contra la adversidad.
- Levántate cuando te caigas y hazlo mirando a la cara a quien se ríe de tu caída. Lo contrario de triunfar no es fracasar, es no haberlo intentado. Cae, levántate y no dudes en llevar la cabeza bien alta cuando te levantes. Solo falla el penalti el que lo tira. Lo fácil es no tirarlo, no actuar. El Sr. A. suele decirme: “No importa lo que digan de ti, tú haz siempre lo que creas que es lo correcto, aunque falles.”
- Dalo todo en tu trabajo. Responde a la confianza depositada en ti con tu mejor versión, incluso cuando no seas correspondido adecuadamente. Cómo te perciban los demás no está en tu mano, esforzarte al máximo sí. Una de sus frases más repetidas en las épocas de más carga de trabajo es: “cuando toca, toca y a hacerlo lo mejor posible por el bien de todos.”
- Sé transparente. “Se pilla antes al mentiroso que al cojo” y “Si no mientes te ahorras tener que recordar en qué has mentido” son dos de sus frases al respecto.
- No confundas éxito en la vida con el éxito profesional (o con el dinero). Seguro que todos conocéis a alguien reconocido por su gran éxito profesional, que sin embargo vive una vida pobre y desmotivado. Si es así, ayúdale a entender lo siguiente. El éxito profesional debe necesariamente ir acompañado de unos hábitos saludables en cuanto a alimentación y deporte, así como de una vida familiar y social muy ricas (yo añado también la espiritual), de lo contrario, ese éxito profesional será tu mayor obstáculo para tener una vida de éxito.
Este sería el decálogo que me llevo del Sr. A. Pocas críticas oiréis de él, lo que me hace sentirme más orgulloso como tutelado suyo. La única crítica y más repetida es esa que dice: “De bueno, es tonto”. Siento decirles que están equivocados, hasta donde le he conocido, de tonto no tiene nada. Lo que pasa es que sabe que ayudar a los demás y hacer lo que tú crees que es lo mejor, al primero que beneficia es a uno mismo.
Sin embargo y para terminar, yo sí que tengo una leve crítica constructiva hacia el Sr. A. Hay algo que he detectado que le queda por enseñarme y por darme ejemplo. A dormir más, que el descanso es necesario para la regeneración e ¡incluso para adelgazar!. Pero bueno, como nos queda mucho por vivir y aprender juntos, seguro que ambos acabaremos aprendiendo la importancia de dormir más, a que sí aita.
Gracias por todos los valores enseñados y por tu constante ejemplo.
¡Feliz cumpleaños!
PD: del 58 y haces 58, eso tiene que traer algo bueno.