No me gusta dormir. Éste es un secreto entre tú y yo (aquí en este blog donde nadie nos ve) si es que se le puede llamar secreto. No me gusta dormir y no puedo evitarlo, como no me gusta la coliflor. Dormir me parece perder vida. Me parece perder ese bien que todos tenemos tan limitado, el tiempo. Tengo tantas cosas por hacer, tantas cosas bombardeando mi cabeza que hasta que no caigo literalmente rendido, no me gusta echarme a dormir.

A QUÉ VIENE ESTO

No sé por qué me ha dado por escribir esto, tengo varios posts a medio terminar, curraditos y seguramente más molones que éste, pero me ha parecido buen momento para compartir esto contigo, como muestra de confianza y agradecimiento, de la misma forma que tú compartes parte de tu tiempo conmigo.

Es posible que simplemente me haya dado por aquí porque me coge en un momento muy bonito de mi vida. A pocos meses de casarme con la persona de mi vida, a días de casarme con la promotora de mi vida que está construyendo nuestro piso del que haremos nuestro hogar, en medio de unos cursos prematrimoniales (os suenen como os suenen) que nos están ayudando a reflexionar a mi pareja y a mí desde un prisma humano, más incluso que cristiano. No sé si se pueden juntar más cosas.

Alguna sí, para qué engañarte. Estoy trabajando desde hace pocas semanas con un entrenador personal que me está ayudando a conseguir uno de mis objetivos de los últimos años. Puede sonar superficial, pero estar en forma y mejorar estéticamente me alimenta la autoestima y me demuestra que el sacrificio siempre tiene recompensa. Más importante que eso es que siento que voy recuperando a mi amigo de toda la vida, al que durante unos meses (y sin saberlo) he tenido más lejos que cerca.

¿MI CABEZA? TAMPOCO ESTÁ POR LA LABOR

Y, entre estas cuatro cosillas, mi cabeza sigue a lo suyo. Ella no para, no me pide permiso. Piensa, quiere hacer, tiene ideas. Ella me pide que lance esas páginas tan bien pensadas que, apoyándome en el conocimiento que comparten gente tan generosa como Carlos y Alex de Quondos, José María de 3cero.com y diez-euros.com, Víctor de vcgs.net, atraerían miles de visitas; que aproveche a dar el último empujón a mi blog para ayudar a Aprobar el CAE, para sacarle provecho económico; pero a la vez no puede olvidar mis responsabilidades en mi empresa (trabajo para ella, no es mía, pero la siento como tal) y mi próxima salida a cliente, un trabajo que mi cabeza disfruta más de lo que la gente puede o quiere creerme.

ASÍ QUE NI POR RECOMENDACIÓN MÉDICA

Total, que sea por lo que fuere quería contaros esto, que no me gusta dormir. He oído cientos de veces que eso me va a matar, que hay que dormir 8 horas al día, que lo dicen los médicos, que hay que vivir más despacio. No lo voy a negar, pero tengo mis argumentos en contra. A saber:

– A mismo tiempo corriendo, cuanto más rápido vayas, más recorrido haces. Y a misma velocidad, cuanto más tiempo estés corriendo, más recorrido haces también. Lo que en el cole nos explicaban con esta fórmula: e=v*t

– Soy un fiel defensor de que la vida no se mide en años sino en momentos vividos, en recorrido hecho. Así que basándome en la fórmula anterior, más vale pararse poco.

– Llevo durmiendo 6 horas de media desde que me acuerdo, todavía no me he desvanecido nunca (salvo en los entrenamientos con Aitor) y no creo que muera de no dormir. Es más, me veo con más energía y haciendo más cosas que gente que duerme 8 horas. Vale, si he terminado la noche con más de 0,5  de alcohol en aire es posible que duerma 8 horas para recuperar 🙂

¿Realmente necesitas dormir muchas horas? O es que lo que te falta es una motivación para estar despierto más horas de las que estás. Esto cada uno sabrá. Pero no juzgues, sólo respóndete.

¿CUÁNDO ME VINO ESTA SENSACIÓN POR PRIMERA VEZ?

¿Cuándo dije por primera vez que dormir me parecía morir? No sé con exactitud, pero recuerdo una conversación con mi madre en Cambrils, donde vive, hace muuuuchos años, yo tenía menos de 15 años. Me acuerdo que íbamos andando justo por delante de la casa donde vivía y me dijo que me veía raro, le dije que estaba cabreado porque había dormido mucho. Le conté mi sensación y ella me reconoció que ella siempre había tenido la misma sensación. Así que por lo menos «podía echar la culpa» a los genes.

Por no terminar el post pareciendo muy raro, entiendo la necesidad del descanso, tanto para el cerebro como para el cuerpo. De esto último me estoy dando más cuenta las últimas semanas. Pero dormir está sobrevalorado y el sacrificio tiene mala prensa.

Buenas noches…me voy a dormir, en un rato 😉