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No me gusta mentir, así que reconozco que este post lo empecé hace un tiempo, pero lo he retomado hoy tras la noticia de que el 38% de los niños menores de 2 años (sí, sí, no quedan muchos menos años para contar por debajo de 2) utilizan smartphone.

Cuando empecé a escribir el post, lo hice porque veía que mi hermanito y sus amigos de 8 años tienen todos una XBOX o una Play3, utilizan el iPad de sus padres, tienen tele en el cuarto, minicadena, iPod, patinetes… de todo. Y sin embargo, les dura la ilusión lo mismo o menos que me duraba a mí cuando me regalaban un balón nuevo para desgastarlo con los amigos del cole durante todo el año. La diferencia es que antes lo normal era tener un balón (si tenías de cuero eras rico) y para la Comunión una Game Boy o una bici y ahora ven normal tener una Play3, un iPad o cualquier juguetito de estos de 300€ para arriba. Así que, podemos concluir que en nuestra generación necesitábamos mucho menos para ser felices (si eres de la anterior a la mía, siéntete libre para decir lo mismo con respecto a nosotros, jeje).

¿Es culpa de los niños?

De ellos seguro que no. Pero, ¿es sólo de los padres o hay algo externo que nos induce a esta situación?

Desde mi punto de vista, gran parte de la culpa se la lleva lo acelerado del modo de vida de la sociedad actual. Qué podemos esperar si hoy día se valora más la inmediatez frente a la calidad de la experiencia (no respondas al teléfono o al whatsapp a alguien y me lo cuentas cuando te diga que poco menos que le has abandonado). Trasladado a lo material, creo que nos «pone» mucho más el hecho de tener, que disfrutar de lo que tienes. La pena es que la excitación por tener algo nuevo dura muy pocos días u horas, según sea un coche o una PlayStation. Es la histórica disyuntiva de elegir entre el placer inmediato o a largo plazo.

No quiero dar la sensación de que he descubierto el gazpacho, seguro que siempre ha sido así y llevamos yendo a peor 80 años, pero nadie me negará que está agravándose de forma exponencial. Y no me gusta. No me gusta porque a mí me enseñaron desde pequeño a distribuir los «momentos especiales» y disfrutar de cada uno de ellos. Puede sonar extraño, pero me entenderéis. Visto lo visto, era una forma inteligente de evitar niños estresados, con depresiones infundadas, frustraciones tontas y necesidades innecesarias.

Las nuevas necesidades de los niños

La clave de conformarse con algo especial cada día

Fíjate que ya no te hablo ni de tener cosas, sino de cómo repartir y disfrutar los momentos. El truco era simple: hacer una cosa «especial» al día. Realmente, no me lo inventé yo, me lo enseñaron mis abuelos, como muchas cosas. Mi abuela, que tiene un máster de hacer la de los panes y los peces, me repetía frases como: «si hoy tenéis fútbol en Anoeta, dejad el cine para mañana y así hacéis una cosa especial cada día.» El abuelo era claro al respecto, siempre repetía aquello de: «hay más días que longanizas».

Creo que hoy soy consciente de lo importante de esos consejos. Hay dos formas de verlo, puedes pensar que me querían enseñar a ser conformista… o enseñarme a disfrutar al máximo de cada cosa que hacía (y de paso, no pasar un día sin hacer una cosa especial) Pero lamentablemente, siento que ahora eso ya no se lleva, se vive a otro ritmo y se lo hemos trasladado a nuestros hijos. Permitidme que generalice y pido perdón (y felicito) a los que no son así. Pero por lo que yo veo, los niños ahora se comen sus longanizas, las de sus padres y todas el mismo día. Ah! y ya podéis sacar más longanizas mañana porque, si no, el niño sufrirá estrés infantil.

Un finde de cuando yo era niño

Seguro que si releo esto dentro de una semana pensaré: «vaya gilipollez les he contado a los pocos -sois los buenos- que me leen». Pero me la juego y os voy a contar cómo dosificaba yo un fin de semana cualquiera con 10 ó 15 años.

Casi por decreto ley, el viernes teníamos el partido de las 17:00 en el cole. Así que el viernes no necesitaba hacer nada más, el fútbol siempre me ha llenado mucho y ya era algo fuera de la rutina. No necesitaba ir al cine, ni salir a cenar con los amigos. Ya había hecho una cosa especial, habíamos pasado un par de horas jugando y mejor dejar el cine para el sábado.

Llegaba el sábado. Normalmente jugábamos nuestro partido de fútbol con el equipo. Si el partido de Liga de las autonómicas era de la Real, del Barça o tenía buena pinta, ésa sería la cosa especial del día. A comprar muchas pipas y a verlo en casa con el abuelo. Si no, al cine o dábamos una vuelta con cuatro chuches compradas con 100 pesetas (espero que no esté leyendo esto alguien posterior al 90, porque igual se cae sabiendo que con 0,6€ hacíamos para las chuches). El sábado estaba más que lleno con cualquiera de esas actividades «especiales».

¿Vais viendo por dónde voy? En lugar de ver ir al cine a la tarde, ver el fútbol y luego a cenar, repartíamos esas cosas entre todo el fin de semana.

Al pasar al domingo, si no habíamos salido ni viernes ni sábado, pues teníamos las 500 pesetas (equivalentes a 3€) de paga semanal sin gastar y podíamos ir al cine. Y si no, nos íbamos al puerto y arreglábamos el mundo con unas pipas y muchas ganas de hablar, de vacilarnos y de reírnos juntos. Y a la cara, algo que a este paso, en pocos años parecerá impensable.

No necesitábamos smartphones, feisbucs, pasarnos las bromas por whatsapp ni reírnos de los vídeos de youtube. Nos reíamos, disfrutábamos y sentíamos que pasábamos un momento especial con unas pipas o un balón o un partido en la tele y, sobre todo, con mucha ilusión.

Conclusión

Gracias a no necesitar hacer todo ya, rápido, urgente, cuanto antes y…como se vive ahora, éramos felices todo el fin de semana con tres tonterías. Tres tonterías que nos llenaban, tres tonterías que a los críos de ahora no les valen ni para hacer la tarde del viernes. Y menos para ‘feisbuquearla’ y así sentirse realizados con la aprobación social (será otro tema de debate).

¿De verdad creéis que estamos evolucionando?