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Tú diriges tu vida. No tienes la obligación de llegar a todo lo que la sociedad, tu familia o amigos esperan que llegues. Sin embargo, sí debes llegar a todo lo que tú te propongas alcanzar: tus sueños, tus objetivos.

Aprovecha el 110% del día, si quieres

Sabes que me encanta promover la motivación, la mejora continua, aprovechar mejor tu tiempo, buscar la excelencia, etc. Siempre con la idea de transmitir que es tu derecho y obligación hacer que algo maravilloso y distinto suceda en tu vida. Pero está en ti que te encaje o que llevar una vida así no te llene.

En el último post acerca de cómo rascarle 1 hora más al día con 5 sencillos consejos me he encontrado con los comentarios de una buena amiga diciéndome que bastante tiene con la vorágine de su trabajo como para preocuparse por tener bien posicionado su blog, crear tiendas online, estudiar más idiomas, escribir un libro y además «estar cachas». Y es normal y comprensible, aunque ella con sus 3 idiomas, doctora, un blog divertidísimo de repostería…tampoco sé si es el mejor anti-ejemplo, jeje.

Las cuatro patas de la mesa

Lo que de verdad importa es vivir una vida equilibrada y feliz. De nada sirve dejarse la piel en ser el mejor profesional, en mantener una bitácora de referencia en tu sector, tener 3 libros publicados en Amazon, si eso te lleva a tener descuidadas las otras patas de la mesa: familia/vida social, espiritualidad (no necesariamente religiosa) y salud.

Cualquiera de las cuatro patas es muy importante. Y como al final se trata de mantener en buen equilibrio la mesa (tu vida), ninguna debe estar más larga que las demás. Tu desarrollo profesional no es más importante que cultivar tu espiritualidad, disfrutar/cuidar de tu familia y amigos y mantener una buena salud. ¿Por qué? Porque si esa pata es muy larga es a costa de tener otra más corta y eso implica que te has cargado el equilibrio de tu vida.

Equilibra las 4 patas

¿Qué debo hacer?

Prioriza, no te veas obligado a llegar a todo en todos los ámbitos de tu vida. Da valor a lo que lo tienes, pero valórate también a ti (incluyendo tu cuerpo, ¡haz deporte!) y a tu tiempo. Aprende a decir «no» y a aceptar que no vas a gustarle a todos. Así, llegarás a lo que de verdad es importante y mantendrás equilibradas las cuatro patas que sujetan tu vida.