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Esta semana mi novia y yo nos vamos a vivir juntos por primera vez. Ha sido todo un poco rápido porque así se ha presentado la oportunidad. En absoluto ha sido una decisión precipitada, si acaso, he pecado de indeciso en otras ocasiones. Nuestra situación personal (edad, trabajo…), los fríos números que cuadran y las ganas de probar la relación en convivencia son cimientos más que suficientes para sustentar la decisión. Y, con motivo de este punto de inflexión en nuestra vida, me apetece compartir en voz alta una reflexión que hacía tiempo que me rondaba.

Me entristece que, en ocasiones, los «consejos» que se dan desde fuera al respecto de «elegir» una pareja sean del estilo de: busca que sea de buena familia (forma eufemística de decir que tengan dinero)

, mira a ver dónde vive/estudia/trabaja…Tan comunes son, que con gente de esa mentalidad, se hizo un programa de TV que consistía en un casting que madres e hijos hacían para encontrarle mujer entre unas cuantas candidatas. No cabe duda de que tu familia busca lo mejor para ti y seguro que lo dicen pensando en tu bienestar, pero ¿en qué bienestar? Porque, cuanto más escucho este tipo de recomendaciones, mayor es mi sensación de que la calidad humana está cada vez menos valorada y que, por supuesto, no vende. Sin embargo, Don dinero y Doña apariencia son los reyes del mambo y el resto son tonterías sin importancia que «ya os llegarán con la seguridad del dinero en casa». Ajam.

Empecemos por el principio. Por definición, no se puede explicar de forma racional algo irracional. En el enamoramiento, a pesar de las múltiples interacciones químicas medibles que se desaten durante el proceso, tú no controlas tus sentimientos (y menos mal). Es algo irracional, y por tanto, no puedes razonadamente decidir enamorarte de Fulanito o de Menganito. Yo, por mi parte, no porque vea a la hija del empresario forrado de turno subirse a un Mercedes de 100.000€ digo: «venga, voy a sentir un cosquilleo en el estómago que esta tía me va a solucionar la vida». Seguro que habrá gente que lo haga o, por lo menos, lo tenga muy en cuenta y sea capaz de forzarse en conseguir entablar esa relación que le hará tener una mejor vida vida económicamente más cómoda. Pues señores, ¡qué pena!

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Qué pena que no coticen tan al alza los valores humanos: los gestos de cariño, la complicidad, el apoyo incondicional, el perdón, el saber compartir los buenos momentos, el demostrarte su amor cuando lo haces bien y no tan bien, la lucha por mantener firme la relación en momentos difíciles. Cuando una relación nace en esas mariposas en la tripa, cuando te cambia la voz al cogerle el teléfono, cuando sabes que quieres a esa persona por lo que es y no por lo que tiene. Cuando el amor es real y aprecias en tu pareja esa calidad como persona y compañero/a, es más probable que la relación perdure y el amor se sobreponga a todo (pasando lógicamente por momentos muy buenos y menos buenos). Y con esta base podrás crear una gran familia sobre unos fuertes cimientos.

Si tu preocupación, adoctrinado por tu entorno, o peor aún, por una inseguridad en ti mismo terrible, era juntarte con la hija de buena familia pasta, sin más criterio que ese, estás perdido. Pero tranquilo, lo estabas antes de que sucediese. En lugar de abrirte a los sentimientos y dejar entrar bellas personas en tu vida, te has cerrado en encontrar una pieza que cumpliese los requisitos de la nuera «perfecta» de tus padres. No te extrañe, que si las cosas vienen mal dadas, tu pareja te recuerde que estás en su casa, que el coche que conduces te lo ha puesto su padre, que el puesto que tienes es gracias a su madre y demás lindezas que harán que te arrepientas de no haberlo intentado con aquella chica que tanto tilín te hacía pero no tenía caché suficiente para presentarla a tu madre.

En cualquier caso, si encuentras una merluza grande y que pese poco, mejor que mejor. Si entra en tu vida una persona con una calidad humana excepcional, que te respeta, te quiere, te hace reír…y además económica y socialmente está bien posicionada, pues minipunto. Pero que el orden de entrada sea ése. Piensa que, en las situaciones realmente importantes de tu vida, lo que toma valor es que tu pareja te quiera como eres, sepa aguantar tus cosas y perdonarte, te apoye en tus malos momentos y te haga reír y sentir feliz a su lado. Y estos intangibles no vienen en el maletero del Mercedes.