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El otro día me encontré en una situación curiosa. A las 22:00 esperaba la llamada de una comercial de una operadora de telefonía para concretar una oferta que habíamos tratado el día anterior. Sonó el teléfono y nada más descolgar y escuchar el saludo sabía que era la llamada que esperaba. Lo que no sabía es que realmente no era ella quien debía llamarme. Fue gracioso que al poco de comenzar a escuchar la oferta recibo una llamada al móvil: «Hola buenas noches, le llamo de Movistar, mi nombre es Leslie». Amablemente le digo que ya estoy tratando el tema con una compañera suya. «¡Eso no puede hacerlo! Es conmigo con quien ud. habló ayer, dígale a mi compañera que esta operación la llevo yo». ¡Frena! Yo qué sé quién es quién. Como les tenga que distinguir por el acento… Una reflexión me vino al momento: son dos llamadas para robarme y además se pegan para ver quién ejecuta.

En cualquier caso, a la chica no le tocó un trabajo fácil, me cogía calentito con el tema de estas ofertas. He tenido una semana muy tensa tras ser víctima colateral de una estafa por parte de un conocido banco que se dedica a colocar tarjetas de esas de pagos cómodos y aplazados sin preocuparte de nada. Lo triste es que ya no sorprende a nadie que te roben a la cara y les ampare la ley. Vaya benditos ladrones de guante blanco sin escrúpulos. Claro que, viendo como al pueblo llano nos quitan de lo nuestro para mantener en pie entidades mal gestionadas como Bankia y para que chupen de lo lindo todo un elenco de mangantes, tampoco me debería extrañar que vayan directamente a tu casa a engañarte y robarte. Mismo resultado, diferente modus operandi, ellos con tu dinero y tú con cara de bobo. Casi es mejor no darle muchas vueltas y hacer caso al proverbio: «Ante violación inminente, relájate y disfruta». Lo malo es que en este país te violan y además le tienes que pagar el taxi al violador para que vaya a por la siguiente víctima.

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Una peculiaridad de estos productos, es que te lo vende una, te atiende al teléfono otra…Y cuando llega el momento de pedir explicaciones, nadie te soluciona nada. Olvídate de acudir a una oficina. No te atienden. Todo va por teléfono, con una persona que te dice diez veces «disculpe señor, no le entiendo», a la que tú entiendes menos y que, además, si traduces lo que te responde es: «Sí señor, le hemos estafado y la pena es que ya se ha dado cuenta. A que parece imposible que seamos tan cabrones, pues ya ve. Pero no se preocupe porque tiene poco que pelear, además se lo hacemos a todos. Vivimos de estafar legalmente.» Aquí está la triste realidad de que te robe un bicho tan grande como una operadora de telefonía o un banco. Es como cuando en el colegio, el abusón le robaba el bocata al pequeño; más le valía no enfrentarse, porque entonces le quitaba el bocata y el estuche. Esto es igual, sabes que no puedes hacer nada. Ellos también lo saben. Y se ríen de nosotros a la santa cara.

Y yo pienso, si a mí, o a mi pareja, o a un amigo, gente joven, que hablamos de gigas y ADSL, que hemos crecido en la era de la información y nos cuestionamos bastante todo lo que vemos. Si con este perfil nos la meten, qué no estarán colocando a las pobres personas mayores que abren la puerta a estas marionetas vestidas de chica joven y agradable. Marionetas porque no son quienes ganan con este mecanismo legal de sacar el dinero al prójimo. La chica de turno bastante tiene con ir de casa en casa colocando el mayor número de contratos de un producto que en absoluto controla, para cobrar un sueldo que con suerte superará el mínimo interprofesional. Éticamente está mal, pero vivimos en una época del «todo vale» y la que te coloca el producto te miente a la cara con una sonrisa en la boca (hay que mantener el trabajo, que hay poco). Y como entres al juego, estás muerto. Da igual lo que te haya contado, aceptarás algo que después es distinto a lo que te meten. Reclamarás. Nadie, nadie, te dará explicaciones. Recuerda el colegio, dale el bocata, estás indefenso.